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Padres que dan todo a sus hijos

Padres que dan todo a sus hijos - Psicología en Acción
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Pasamos la vida deseando, fijándonos metas y planteando objetivos para alcanzarlas. Cuando somos chicos queremos crecer para trabajar y tener mucho dinero, en la adolescencia queremos graduarnos del colegio rápidamente para iniciar la universidad y vivir nuevas experiencias.

Al salir de la universidad pensamos en casarnos y formar una familia. Y sí, finalmente pasa, crecemos, conseguimos un buen trabajo, nos casamos e iniciamos una familia y un hogar.

Ciertamente de chicos o adolescentes cuando nos imaginábamos esos momentos, no sabíamos realmente a qué nos enfrentaríamos, no teníamos forma de saber cómo sería más allá de nuestra propia imaginación y lo que hemos observado en nuestros hogares.

No nos enseñan a ser padres ni tenemos cómo aprenderlo hasta que nacen lo hijos, que además no vienen con ningún manual más que ellos mismos, y es entonces en el proceso de la crianza que vamos aprendiendo.

Es común que cuando nos convertimos en padres, una de las principales premisas que queremos implementar en la crianza es la de “no cometer los mismos errores que nuestros padres” o “darles a mis hijos todo lo que yo no pude tener”.

Si bien es cierto que queriendo ser padres amorosos buscamos que nuestros hijos tengan una infancia diferente o mejor a la que tuvimos, estos comportamientos no siempre parten desde el amor, sino más bien desde nuestras propias carencias y nuestro niño interno que sido herido.

Es entonces cuando comenzamos a darle todo a nuestros hijos, los llenamos de regalos y juguetes para que no sientan que les falta nada, los llevamos a destinos exóticos de vacaciones para que conozcan siempre nuevos lugares, los inscribimos en los mejores colegios y si es necesario buscamos hasta quien haga las tareas con ellos. Los socorremos en todo, no les permitimos sentir tristeza o frustración alguna. Estamos allí 24/7 para complacerlos.

Y sí, puede sonar muy bonito, podemos parecer padres excepcionales, sin embargo ¿realmente nos hemos detenido a pensar que buscamos y qué logramos con todo eso? Les compramos regalos y juguetes pero no dedicamos tiempo a jugar con ellos, los llevamos de vacaciones pero les tenemos tantas actividades planificadas que es poco el tiempo de disfrutar en familia, los inscribimos en los mejores colegios pero no tenemos tiempo para hablar con ellos y saber qué están aprendiendo y cómo se sienten.

Entonces, ¿Realmente estas dándoles todo lo que quieren y necesitan? Tendemos a pensar que los niños y sobre todo a edades tempranas, solo necesitan juguetes para estar tranquilos y felices, cuando lo que en realidad necesitan es a unos padres amorosos, presentes y comprometidos.

Muchas veces tendemos también a darles todo lo que piden desde la culpa, porque estamos tan ocupados en nuestros trabajos y día a día que no tenemos tiempo (o no buscamos el tiempo) para compartir con ellos, y preferimos llenar esos vacíos con cosas materiales.

Es de allí, desde ese darles todo, de donde nacen los malos comportamientos y es entonces que culpamos a los niños. Pero veámoslo desde este punto de vista, ¿Cómo podemos esperar que un niño no haga un berrinche cuando no obtiene lo que quiere, si nunca se le ha negado nada? ¿Cómo culpar a un adolescente que obtiene lo que desea a toda costa y sin importar nada ni nadie, si aprendió que es así como puede obtenerlo?

Un niño que crezca acostumbrado a recibir todo lo que quiere y más allá, difícilmente podrá establecer en la adultez la diferencia entre lo que es necesario y lo que es mero capricho. Crecerán dependientes porque no habrán aprendido acerca del valor del trabajo y el esfuerzo para conseguir lo que se desea, ya que todo se les ha dado.

Son niños que no saben de límites porque no se les han enseñado. Y esto no sólo repercute en el aspecto familiar, sino también a nivel escolar, social y más adelante cuando hayan crecido, a nivel laboral.

Aceptémoslo, ningún niño quiere relacionarse con otro que no sepa cómo aceptar que ha perdido, que no desee compartir, que presuma constantemente de todo lo que tiene, y que tengan poco control (o ninguno) sobre sus emociones.

Incluso, en la mayoría de los casos, crecerán con un control emocional pobre, porque al evitarles a toda costa que sientan tristeza o frustración, no les estaremos enseñando las formas adecuadas de manejar esos sentimientos. Una cosa es que queramos que sean felices, y otra muy diferente es complacerles en todo sin establecer límite alguno.

Muchas veces nos encontramos también ante padres que llegan a ser esclavos de sus hijos, en el sentido de que están tan acostumbrados a recibir todo lo que quieren, que los padres no ven otra alternativa que trabajar incansablemente para poder cumplir con todos sus requerimientos. Es entonces cuando tenemos que preguntarnos, ¿Es esto sano? Probablemente si te haces esta pregunta y la analizas a profundidad, te darás cuenta que la respuesta es un rotundo NO.

No es sano que los niños crezcan sin límites ni mucho menos que aprendan que pueden obtener lo que deseen sin esfuerzo. No es sano que ante los vacíos emocionales porque no podemos estar presentes queramos llenarlos con cosas materiales. No es sano que les evitemos el sufrimiento a toda costa porque el sufrimiento es parte de la vida.

Lo que sí es sano es enseñarles el valor del trabajo, recompensarles cuando han hecho algo bueno o han alcanzado un logro o una meta. Sí es sano enseñarles que está bien estar triste a veces, porque la tristeza es una emoción tan importante como cualquier otra y debemos darnos el permiso de sentirla.

Sí es sano colocarles límites dentro de su libertad de ser niños, límites que sin cohibir su desenvolvimiento los guíen y les enseñen el camino.

Finalmente, sí es sano ser padres presentes e interesados, con toda seguridad vale mucho más para tu hijo o hija que dediques tan sólo 30 minutos de tu tiempo a solo jugar con ellos, reír y compartir esos momentos que más adelante, cuando estén más grandes extrañarás.

Anteriormente hablamos sobre las consecuencias de dar a los hijos absolutamente todo lo que piden. Explicamos cómo aunque creamos estar haciendo lo correcto, son más las consecuencias negativas que las positivas de ello, sobre todo si a eso le sumamos padres que por cualquier no razón, no están lo suficientemente presentes.

Ahora bien, muchos pensarán, sí, es cierto, no hay que darle absolutamente todo lo que piden a los hijos porque se acostumbran a obtener las cosas sin esfuerzo, pero; ¿Cómo hacer para no ceder ante sus peticiones? Especialmente cuando éstas vienen acompañadas de llanto, pataletas, gritos y berrinches.

Pues, como casi todo en la crianza, no es sencillo, requiere de mucha paciencia, disposición y entendimiento por parte de los padres, sobre todo si ya los niños venían acostumbrados a eso y ahora queremos cambiarlo. Pero no es imposible, además, contrario a lo que podamos pensar, es mucho más ventajoso enseñarles desde que son pequeños (aunque creamos que no nos entienden) que hacerlo ya cuando están más grandes.

Recordemos que los 7 primeros años de vida son sumamente importantes en el desarrollo de un niño, porque además de ser los años de mayor desarrollo cognitivo, son los años primordiales en los que se crea toda su personalidad y sistema de creencias. Por lo tanto, es la etapa ideal para inculcarles valores y buenas enseñanzas a nuestros hijos, porque son las creencias con las que crecerán.

Es primordial que tú como padre o madre sepas identificar y comprendas correctamente cuando sí y cuando no. Y esto no necesariamente se trata de cuándo puedes económicamente o no, sino además de cuándo es apropiado y cuándo se lo merecen. Llenar a tus hijos de regalos y juguetes no te hace un mejor padre, lo que te hace un mejor padre es enseñarles que las cosas se ganan con esfuerzo.

Es obvio que no vamos a poner a nuestros hijos a trabajar desde pequeños, pero sí puedes otorgarle ciertas responsabilidades acordes a su edad que funcionen para ellos como la motivación que necesitan para obtener algún beneficio. Por ejemplo, dependiendo de la edad de tu hijo puedes encargarle que saque la basura, que ponga la mesa, que ayude a sus hermanos menores a recoger su cuarto, que lustre sus zapatos o lave la vajilla, entre otras cosas. Todo va a depender de las tareas que se requieran en el hogar, y cuáles puedes adaptar a la edad y nivel de funcionamiento de tu hijo.

Es importante destacar que con esto no buscamos que sean niños obedientes y bien portados todo el tiempo (no se trata de un sistema de modificación de conducta), porque sería imposible, a los niños hay que dejarles ser niños y esto incluye una que otra travesura de vez en cuando. Lo que buscamos enseñarles es el valor del trabajo, y cómo las cosas que realmente deseamos debemos conseguirlas con esfuerzo.

Por otra parte, es comprensible que te moleste que haga berrinches, sobre todo si son en sitios públicos en donde todo el mundo parece voltear y juzgarte con la mirada, y por ende cedas ante sus requerimientos. Sin embargo, aunque te moleste, debes armarte de paciencia e intentar no ceder. Todos los niños hacen berrinches así sea una sola vez en su vida, así que no tienes nada por qué avergonzarte. Si te pasa, retira al niño/a del lugar calmada y amorosamente, y conversa con él/ella en un lugar menos concurrido y donde pueda escucharte.

Explícale por qué no puedes ceder a su requerimiento (porque no llevas dinero, porque no es el momento, porque sólo salieron a pasear o comprar otras cosas, o porque aún no se lo ha ganado) no te quedes simplemente diciéndole un “no”. A los niños les gusta que les expliquemos las cosas y les demos razones lógicas o claras, porque les facilita la comprensión de por qué no pueden obtener lo que desean. Háblales con palabras acordes a su edad y nivel de entendimiento, de forma clara y firme, pero calmada y amorosa, sin caer en gritos ni confrontaciones.

Es también de mucha ayuda anticipar. Si salimos con nuestros hijos a un centro comercial donde hay una juguetería, deberemos saber que probablemente se antojará del algún juguete. ¿Para qué esperar entonces al momento que lleguemos al lugar para decirle que no podemos comprarle nada? Si sabes que esto es algo que puede ocurrir, anticípate y explícaselo antes de llegar al centro comercial. Anticiparnos a cualquier situación será de gran ayuda para lograr que el niño entienda lo que pasará a continuación.

Por último pero no menos importante, dedícale tiempo de calidad (y en cantidad) a tus hijos. Un niño cuyos padres estén presentes, que se sienta atendido y amado por ellos, difícilmente querrá llenarse de juguetes y regalos todo el tiempo, porque tendrá lo más importante para él o ella, que es la atención y el amor de sus padres. Además, al compartir tiempo con nuestros hijos tenemos ante nosotros magníficas oportunidades para transmitirle todas esas enseñanzas, que harán que no les hagan falta demasiadas cosas para ser felices.

Recuerda que un juguete, por muy espectacular y costoso que sea, no reemplaza el cariño y el tiempo de los padres que tanto hacen falta en el crecimiento de nuestros hijos.

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