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Cuando mi hijo llega a los Terribles 2 años.

Cuando mi hijo llega a los terribles 2 años
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Cuando un hijo nace, al principio todo es emoción. Como padres, nos sentimos sumamente ansiosos por la llegada del bebé, y con un sinfín de expectativas y pautas para lo que el proceso de crianza será. Al principio, aunque hay mucha emoción, no es del todo fácil, puesto que un bebé supone de muchos cuidados y noches en vela para las que quizás no estábamos preparados.

Durante los primeros meses y años de vida, los bebés necesitan de atención y cuidado constante, puesto que no pueden hacer las cosas por sí solo y necesitan de mamá y papá para que las lleven a cabo por ellos. Sin embargo, a medida que van creciendo van adquiriendo mayor independencia, al punto de sentir que ya no necesitan tanto de mamá y papá.

Es entonces cuando llega la famosa etapa conocida como “Los terribles 2”. Ese momento en el que los niños llegan a los dos años, o están a punto de cumplirlos, y presentan manifestaciones conductuales que nos ponen los nervios de punta.

Si bien es cierto que suele ser una etapa un tanto difícil tanto para los padres como para el niño, no necesariamente debe ser una etapa “terrible” si sabemos cómo manejarla, por lo que quizás llamarla “los retadores 2” es un poco más apropiado. Porque sí, se trata de un momento evolutivo en la vida del niño bastante retador, pero que con entendimiento puede manejarse.

Es necesario que como padres y adultos significativos en la vida de los niños entendamos de qué se trata esta etapa, para poder acompañar a nuestros niños en el proceso y transitarla de la forma más tranquila posible.

Se habla de los terribles 2 o retadores dos como una período desafiante, puesto que es una etapa en la vida del niño de mucha curiosidad, en la que ellos se sienten lo suficientemente grandes como para hacer las cosas por sí solos (porque ya hablan, pueden caminar, tomar las cosas, etc.) pero luego se enfrentan con la realidad de que para muchas otras cosas, aún necesitan ayuda de sus padres.

Probablemente para la mayoría de nosotros sea sumamente difícil y hasta imposible, recordar cómo nos sentíamos cuando teníamos dos años; sin embargo, basta con observar con detenimiento a los niños para realmente comprender su sentir.

Suelen sentirse muy emocionados por las cosas que ya pueden lograr, pero cuando se enfrentan con aquellas para las que aún necesitan ayuda, la frustración se hace presente y es de allí que parten los berrinches, pataletas, rebeldía y demás conductas que tienden a ponernos los nervios de punta.

Y es que es obvio, creerse independientes y luego darse cuenta que no lo son del todo, puede resultar frustrante para cualquiera; niño o adulto. Es por ello que hago énfasis en que los terribles o retadores dos años, son una etapa de mucha paciencia y comprensión; básicamente como cualquier etapa en la crianza (quizás con una dosis extra).

Como padres protectores y sobreprotectores de nuestros hijos, tendemos a querer hacer todo por ellos bien sea por rapidez o para evitarle algún daño. Quizás cuando están más pequeños no logren entenderlo y no presten tanta atención a esto, pero a los dos años, en ese momento en que se sienten independientes, querer hacer todo por ellos puede resultar contraproducente.

Esto no quiere decir que debamos dejarlo solos y que hagan lo que quiere, al contrario, es cuando más nos necesitan, para que los guiemos y orientemos, pero esta vez deberemos hacerlo desde una postura de acompañante y guía, dejando atrás la sobreprotección.

Siempre es válido enseñarles cómo deben llevar a cabo determinadas actividades o tareas, y luego permitirles intentarlo validando cada esfuerzo aunque hayan cometido errores. Los errores no deben verse como algo negativo, por el contrario, son una excelente oportunidad de aprendizaje.

Cuando veas que tu hijo está teniendo dificultad con algo, en lugar de correr a hacerlo por él, ofrécele tu ayuda de forma gentil y explícale cómo debe hacerlo. De esta forma se sentirá capaz y entenderá que estás allí para él o ella.

Ante los berrinches, ten paciencia y muéstrate tranquilo. Muchas veces son un llamado de atención, y muchas otras es sólo frustración acumulada. Ofrécele tu apoyo y sobretodo manifiéstale que le entiendes; aunque los veamos pequeños y creamos que no nos entienden, sí lo hacen, y más de lo que creemos.

Finalmente, cambia de óptica con respecto a esta etapa. Atrévete a mirarla como un reto y no como algo terrible. Además, más temprano que tarde los hijos crecerán y extrañaremos esos momentos en lo que aún eran pequeños, aún y cuando fueron difíciles.

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